Etiopía (África), fecha desconocida.
Como en cualquier historia que se desarrolla en la antigüedad, el origen del café es bastante desconocido. Podría haberse descubierto en cualquier rincón y por cualquier causa. De hecho, existen varias leyendas -algunas más y otras menos probables- sobre su descubrimiento, pero la mayoría de ellas lo ubican en la región de Kaffa, en Etiopía, gracias a unas simples cabras.
Fue un pastor quien observó el comportamiento extraño, más energético de lo normal, que desarrollaron varias cabras tras consumir una especie de bayas; lo que ahora conocemos como cerezas rojas de café. Algunos de los miembros de su tribu decidieron probarlas y comenzaron a desarrollar los mismos síntomas. Podríamos considerar a estos habitantes como los primeros consumidores de café.
Los registros de la comercialización entre Etiopía y los monasterios sufistas de Yemen hablan de que la expansión por el mundo del café se ubica en el siglo XV. En Oriente Medio, el café era utilizado para dar la bienvenida a los invitados y también durante negociaciones comerciales. Con la llegada del Imperio Otomano, comenzó a venderse en mercados, lo que favoreció su expansión al resto del mundo.
El café llegó a Asia, en concreto, a la India, donde los holandeses empezaron a cultivarlo. Por supuesto, también a Europa: los primeros en llevarlo fueron los comerciantes venecianos. Y, por último, el café llegó a América: la primera referencia del consumo de café en este continente la encontramos en 1668.
Durante los primeros años de la expansión del café, esta bebida se asociaba a los pensamientos liberales y solía ser el centro de muchos círculos políticos. A ello ayudó la aparición de los primeros locales que servían café en Moca (Yemen), donde cualquiera podía sociabilizar y pasar un buen rato por el precio de un café.